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Jueves, enero 14th, 2021

Casas y Deering después de Maricel (1921-1927)

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En octubre de 1921, las divergencias existentes entre Deering y Utrillo provocaron que finalizase el proyecto de Maricel. Casas decidió romper cualquier vínculo con su amigo catalán y permaneció fiel al industrial. Para él continuó pintando vistas del castillo de Tamarit, propiedad situada en la provincia de Tarragona que el norteamericano había adquirido en 1916, dado que el paraje le ofrecía la posibilidad de experimentar diversas soluciones para tratar la naturaleza y la luz a plein air acercándose a los postulados de Joaquim Mir (1873-1940). La disolución de Maricel también comportó que Deering marchase a Estados Unidos con la mayoría de obras de arte que conformaron su colección. Tenía la idea de volver a Cataluña en un futuro; por eso no vendió el edificio de Sitges, pero su mala salud y los problemas que arrastraba desde hacía años hicieron que cada vez se encontrase peor. Pese a los impedimentos, los dos amigos se reencontrarían en 1923 en Miami. En esta ocasión, Casas se embarcó hacia Estados Unidos acompañado de Josep Clarà (1878-1958), quien también tenía intención de entrar en el circuito artístico americano. De este momento datan unos apuntes rápidos y espontáneos que tienen como protagonista al escultor y que fueron realizados en el transcurso del viaje en barco. Una vez allí, Casas realizó diversos retratos al óleo y al carboncillo que ja tenia comprometidos, entre los que se debe citar, el Retrato de Marion Deering (1923, colección particular de Estados Unidos) y el Retrato de Barbara Deering (1923, colección particular).

Esta visita se repitió al año siguiente, pero esta vez fue acompañado de Júlia Peraire y la duración del viaje fue de tres meses. En abril de 1924, ya en Miami, se añadió a la expedición Josep Clarà, quien se hallaba en Washington instalando Serenitat, una escultura femenina de grandes dimensiones que debía figurar a la entrada de Maricel y que, con la suspensión del proyecto, el magnate decidió regalar a la capital americana. Casas no se quedó mucho tiempo en la ciudad, ya que decidió desplazarse a Chicago para realizar los encargos que tenía contratados. Entre ellos, figuran el retrat de Cyrus McCormick (1924, colección particular de Estados Unidos), el Retrato de Mary Paul Welling (1924, Art Institute of Chicago), el Retrato de Hattie Welling (1924, Art Institute of Chicago) y el Retrato de Mrs. John Paul Welling (1924, Art Institute of Chicago), cuatro obras que estaban en la línea de las que el catalán estaba realizando por aquel entonces. Pero tal y como había sucedido en 1909, pese a los treinta y dos retratos que pintó y lo bien que se le remuneraba, volvió a sentirse cansado de tanto viajar y echaba de menos Cataluña. Así se lo explicaba a Enric Clarasó (1857-1951) en una carta del 5 de mayo de 1924, donde afirmaba que:

«Esto es una viña pero ahora ya pienso en las viñas de Cataluña, que aunque no den dólares como aquí, dan vino y yo no comprendo una cosa sin la otra».

Esta no fue la última vez que los dos amigos se vieron. Como era pertinente, el americano decidió devolverle la visita y anunció a Casas que llegaría a España por el puerto de Vigo en fechas alrededor de agosto de 1924. Casas lo gestionó todo para ir a recibirle y, por esa razón, se desplazó en coche hasta Galicia llevando consigo un segundo automóvil que era propiedad de Deering, siempre preparado en Sitges a su disposición. Desgraciadamente, la mala salud del norteamericano no les dejó cumplir sus planes. Durante la travesía, a su paso por La Habana, cayó gravemente enfermo por culpa de la bronquitis crónica que sufría y los médicos del barco le prohibieron viajar por carretera. Ante esta grave situación, Deering tan solo pudo desembarcar el tiempo justo para saludar a Casas y explicarle lo que sucedía. Poco después, emprendía un viaje que le llevaría a La Coruña, desde donde zarparía un barco hacia Miami; se aplazaba así sine die una vuelta a Sitges que nunca se llegaría a producir. Esta conversación en Vigo también fue la última que tuvieron los dos amigos, ya que la salud del magnate empeoró gravemente, quedando impedido incluso para escribir las cartas que enviaba a Cataluña.

Casas retrató a Charles Deering sentado en una butaca en este sobrio óleo. A consecuencia de la disputa con Utrillo, el legado artístico que atesoró el magnate norteamericano volvió con su propietario a los Estados Unidos.
Casas retrató a Charles Deering sentado en una butaca en este sobrio óleo. A consecuencia de la disputa con Utrillo, el legado artístico que atesoró el magnate norteamericano volvió con su propietario a los Estados Unidos.

Finalmente, la muerte halló a Charles Deering el 5 de febrero de 1927. Cuando se le notificó la defunción, Ramon Casas quedó del todo abatido, ya que no había podido despedirse de su buen amigo. Este dolor le acompañaría el resto de su vida, pero aún tuvo tiempo para homenajearlo una última vez en forma de artículo-entrevista en La Veu de Catalunya, donde recordó cómo se habían conocido y los viajes que realizaron juntos años atrás.11 Sin duda alguna, ésta fue la mejor manera que halló para recordar y homenajear a su amigo y protector norteamericano.