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Miércoles, noviembre 27th, 2019

Relaciones familiares en los últimos años

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La relación de la pareja con la familia de Júlia parece haber sido siempre cercana, no en vano la madre de Júlia, María Moreno, convivió con ellos durante años en la torre del carrer Descartes, donde tenía una habitación decorada con un dibujo de su hija, otro de su difunto marido Marcos Peraire, un dibujo de la Virgen María con el niño publicada en Pèl & Ploma, y un dibujo de otra hija, probablemente Flora. (Inventario en el Arxiu Nacional de Catalunya). En cuanto a su relación con la familia del pintor, que tradicionalmente se ha tomado por distante, las fotografías conservadas parecen indicar que solo se estrecharía en los últimos años de vida de Casas, particularmente después del matrimonio de Glòria Codina con Artur Riera el 27 de junio de 1929, en la que el pintor ejerció de padrino de la novia. Así, tanto Júlia como su madre aparecen en la foto de familia de la boda, conservada en el Arxiu Mas, y también en otras fotos en Sant Benet y en Blanes, junto con Ramon Casas, su hermana Elisa y los hijos de esta: Glòria, Elisa y Santiago, además de otros familiares.

Júlia escritora. Carboncillo sobre papel, c. 1907.
Júlia escritora. Carboncillo sobre papel, c. 1907.

El 13 de junio de 1931 la muerte de Rusiñol en Aranjuez supone un duro golpe anímico para Casas, que se agrava con una enfermedad en los últimos meses del año. Con motivo de la exposición anual Casas-Clarasó-Rusiñol, celebrada esta vez como homenaje póstumo a Rusiñol, Casas reconocía a un diario que “esto se ha terminado, es la última exposición de mis obras; por esto hay algunas sin terminar, porque yo no puedo… Soy un muerto que anda; mis ojos no ven el color.” (La Calle, 18/XII/1931). Apenas dos meses más tarde, el 29 de febrero de 1932 a las 20h murió Casas a causa de una uremia en su domicilio de Descartes, donde su esposa recibe el pésame de los amigos y de las autoridades de Barcelona en los días siguientes. En las fotografías del entierro, que se celebró el 2 de marzo, sorprende la ausencia de mujeres. Este hecho podría corresponder a un uso social, aunque existen fotografías de Clotilde, la viuda de Joaquín Sorolla —que también puede considerarse musa de este pintor—, encabezando sus honras fúnebres por las calles de Valencia apenas unos años antes.

Entre abril y julio de 1932 los abogados Algarra, Hurtado y Serrahima actúan de mediadores entre Júlia Peraire y Elisa Casas, hermana del pintor, para resolver las diferencias que suscitaba el testamento del pintor, otorgado tres años antes. Del análisis de los documentos del proceso (Arxiu Nacional de Catalunya) se deduce que se trató de un acuerdo amistoso, en el que algunos pocos cuadros y dibujos, sobre todo retratos familiares de la primera época, fueron readjudicados a Elisa, junto a dos medallas, algunas joyas y moneda extranjera guardadas en una cartera que estaba depositada en una caja del banco Credit Lyonnais. En la misma caja había dos bolsones y un estuche de piel con joyas y monedas “que Júlia manifiesta ser suyas”, afirmación que fue respetada en el acuerdo, que corrobora la adjudicación de estos bienes a la viuda. Existe una lista con su descripción escrita por Júlia, donde puede observarse que a sus 43 años seguía conservando una letra infantil, señal de haber abandonado pronto la escuela por tener que trabajar desde muy joven.

Postal promocional para la Enciclopedia Espasa, c. 1907.
Postal promocional para la Enciclopedia Espasa, c. 1907.

Después de una vida marcada por la suerte y por el arte, el 18 de enero de 1941 a las 21 horas Júlia Peraire falleció en su domicilio de Sant Gervasi a consecuencia de una bronconeumonía gripal, y fue enterrada junto a su madre y a Ramon Casas en el cementerio de Montjuic. En la actualidad se conserva allí una lápida que reza “Familia Casas”, a pesar de que el 29 de mayo de 1990 mediante aviso oficial los Servicios Funerarios de Barcelona dieron un plazo improrrogable de 30 días para regularizar la situación de pago de la sepultura, que estaba a nombre de Júlia, y en caso contrario revertirla al Ayuntamiento. La historiadora Palau-Ribes escribió una carta a los pocos meses en La Vanguardia “con profunda tristeza e indignación” al enterarse de que los restos de la pareja “fueron arrojados al osario del cementerio de Montjuic”. Casas —concluía la carta— “no merecía esta ingratitud.”

Emilio Cano