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Martes, enero 14th, 2020

El reencuentro de Deering y Casas

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Después de la exposición, pasaron diversos años sin que tengamos constancia de que Charles Deering y Ramon Casas coincidiesen. El reencuentro parece ser que se produjo en octubre de 1901, durante el transcurso de la VII Internationale Kunst Ausstellung de Munich, donde el Norteamericano vio expuesto el Garrot vil [Garrote vil] (c. 1894), un cuadro que había causado fuertes polémicas en España por la crudeza y realidad de los hechos retratados, pero que en este certamen recibió premios y honores por su modernidad.

Dos años más tarde, se reencontraron en París donde Deering, como era costumbre en él, asistió a los salones y pudo contemplar en persona la obra La càrrega [La carga] (1899-1902). Casas había previsto que el cuadro se presentase en 1900 en la Exposición Universal de París, pero diversos contratiempos lo impidieron. El norteamericano quedó profundamente fascinado por el lienzo y decidió que no podía dejar pasar la oportunidad de conocer en persona al artista que tanto lo había impresionado. Inició las gestiones para localizarlo, pero cuando lo consiguió le comunicaron que éste había vuelto a su casa debido a unos problemas de salud de su madre. Esta versión de la historia fue matizada por un artículo aparecido en la revista Los Deportes del 15 de agosto de 1909. En el citado reportaje se explicaba que Deering había visto La càrrega en Madrid durante el viaje que realizó por España, y que:

«(…) se entusiasmó con el asunto y con la manera franca y segura de tratarlo (…) quiso conocer al autor y llegando a Barcelona, se puso en seguida en su busca».

Por tanto, si fuese verdad, el primer contacto con este cuadro no habría sido en París sino durante el transcurso de la Exposición General de Bellas Artes e Industrias Artísticas, donde el lienzo consiguió un gran reconocimiento y fue adquirido por el Estado español. Sea como fuese, lo que queda claro es que en 1904, en Madrid o París, Deering decidió que ya era el momento de encontrarse en persona con Casas. Por eso aprovechó que estaba realizando un viaje en coche por España, el primero que hacía para conocer todo el país, para hacer receso en Barcelona e iniciar las gestiones para localizarlo. Inicialmente, cuando el catalán tuvo conocimiento de sus intenciones, se negó rotundamente a recibirlo. Estas reticencias nacían de

«una justificada escama hacia los extranjeros impertinentes que solo por sport violan la cuasi religiosa intimidad de los talleres de renombre».

Retrato de Marion Deering. Carboncillo sobre papel, 1923 (izq) y Retrato de Barbara Deering. Carboncillo  y pastel sobre papel, 1920 (der).
Retrato de Marion Deering. Carboncillo sobre papel, 1923 (izq) y Retrato de Barbara Deering. Carboncillo y pastel sobre papel, 1920 (der).

No sabemos realmente cuáles fueron los motivos que le llevaron a cambiar de opinión, pero finalmente aceptó recibirlo en su taller del paseo de Gràcia porque el industrial no sólo perseguía comprar obras y molestarlo, sino que era un hombre culto y aficionado a las Bellas Artes. En el encuentro estuvo presente Miquel Utrillo, quien se personó en el taller para realizar labores de intérprete y posiblemente de asesor artístico. Sus conocimientos sobre el mundo del arte eran amplios y además era una de las pocas personas residentes en Barcelona que hablaba inglés, idioma que aprendió en Estados Unidos cuando viajó en 1893 a Chicago para difundir el teatro de sombras chinas. En la reunión también estuvo presente Gari Melchers (1860-1932), pintor norteamericano amigo de Deering que le acompañaba en el periplo por la Península, a quien Casas aprovechó para retratarle.

El resultado de la reunión fue inmejorable. En el plano personal, Deering y Casas iniciaron una amistad basada en afinidades comunes que duraría cerca de veinticinco años. Y en el plano comercial, se cerró con el encargo de un retrato de las hijas del norteamericano y la compra de diez o doce cuadros que había en el taller, entre los que figuraban A l’estiu tota cuca viu (Cavalls morts) (1888, Museu Nacional d’Art de Catalunya), Paisatge de tardor. Un mur [Paisaje de otoño. Un muro] (c. 1891, colección particular), Pati del Vinyet [Patio del Vinyet] (1892, colección particular), Au bain (c. 1895, colección particular), Dona pentinant-se [Mujer peinándose] (c. 1899, colección particular), L’exposició de París [La exposición de París] (1900, colección particular) y Retrato de Maria (Álvarez) Tubau (1901, Deering Estate, Miami).

Desde ese momento, la relación entre Charles Deering y Ramon Casas se mantuvo pese a la distancia. Se habían caído bien y el norteamericano quería convertirle en su pintor personal. Por eso no cesó de presionarle para que viajase a Estados Unidos y realizase una gira comercial con la finalidad de darlo a conocer allí. El catalán, siempre contrario a alterar sus rutinas laborales, declinó la oferta puesto que en 1905 se había propuesto triunfar en Madrid como pintor de Corte. Este nuevo objetivo también entorpeció la ejecución del retrato que el magnate le había encargado y que no hacía más que posponerse. Finalmente consiguieron llegar a un acuerdo en el que Deering y sus dos hijas, Marion y Barbara, que contaban por entonces con dieciocho y dieciséis años respectivamente, se desplazarían a Europa en mayo de 1905.

Estudio para el retrato de Barbara y Marion Deering. Carboncillo y pastel, 1905 (izq) y Retrato de Barbara y Marion Deering. Óleo sobre tela, 1905 (der).
Estudio para el retrato de Barbara y Marion Deering. Carboncillo y pastel, 1905 (izq) y Retrato de Barbara y Marion Deering. Óleo sobre tela, 1905 (der).

Tal y como estaba previsto embarcaron en el Cymric, que zarpó de Boston en dirección a Liverpool, desde donde se dirigirían a París. Allí les esperaba Ramon Casas, quien realizaría el encargo aprovechando que se hallaba en la ciudad para presentar en el Salon des Beaux Arts el Retrato de Alfonso XIII a caballo (1905). El encuentro tuvo lugar en el Hotel Bristol del Faoubourg de Saint-Honoré, donde solía alojarse el americano cuando visitaba la ciudad, y en una de sus habitaciones se pintó el doble retrato de cuerpo entero de las chicas, en el que también se aprecia parte de la decoración de la habitación y el propio Deering aparece reflejado en el espejo. De este cuadro se conserva un dibujo preparatorio que nos permite conocer como trabajaba el pintor,4 que antes de enfrentarse al lienzo definitivo solía tomar una serie de apuntes rápidos, pero de trazo firme, que le permitían captar la esencia y los principales rasgos psicológicos de las personas que debía retratar . Finalizadas las sesiones destinadas a pintar el cuadro, la familia Deering retornó a casa y Charles continuó presionando a Casas para que le visitase. Los años pasaban y el coleccionista persistía en su idea, pero siempre se hallaba con una negativa del catalán. Cansado de no conseguir lo que quería, a mediados de 1908 planeó un viaje a Europa con la única finalidad de encontrarse con el pintor en París y convencerle que volviera con él a América. Esta vez, para sorpresa suya, Ramon Casas había cambiado de opinión y se mostró predispuesto a acompañarle en esta aventura, la cual le reportaría cuantiosos beneficios económicos.

 

Sebastià Sánchez Sauleda


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