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Miércoles, diciembre 4th, 2019

Ramon Casas, artista con espíritu viajero: La atracción por París, modernidad y bohemia hecha ciudad (Parte I)

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Será desde muy jovencito cuando Ramon Casas conoció París donde residió en diferentes estancias y fue visitando a lo largo de su vida. La ciudad de la luz significaba a finales del siglo XIX la capital del arte y la cultura mundial. París había desbancado a Roma como la ciudad de referencia del aprendizaje artístico y se convirtió en visita obligada para todo aquel artista que quería hacerse un hueco en el panorama artístico. Si nos preguntamos, ¿quién habría sido Ramon Casas sin París? Podríamos decir que es más que probable que no hablaríamos del que se ha reconocido como el más destacado pintor del Modernismo. Por lo tanto, la capital francesa jugó un papel muy importante en la trayectoria profesional del artista, tal y como iremos mostrando en este apartado.

Después de una primera formación en Barcelona, Casas fue a ampliar estudios a París y es allí donde verdaderamente se formó. Era todo un privilegio para un joven aspirante a artista, pero casi nada para una familia acomodada que aprobó que el único hijo varón se dedicara al mundo del arte. En aquellos momentos contaba can le edad de quince años, a finales de octubre de 1881 marcho hacia París en un viaje en el que estuvo acompañado por dos primos Joaquim Casas i Carbó y Miquel Carbó i Carbó. Con el segundo, quién también residirá en París, comparte una habitación en el número 36 de la Rue Lourcine. Durante esta etapa de formación fue clave el hecho que formara parte del alumnado de Charles Auguste Émile Duran, el cual adoptó el sobrenombre de Carolus, que era uno de los más reconocidos pintores franceses del momento. Su maestro era un gran admirador de la pintura de Velázquez y que Casas pudo ver poco después en el Museo del Prado en su viaje a Madrid, tal y como comentábamos en líneas anteriores. Durante estos primeros meses en París, visitará Versalles. Los avances de Casas se vieron reflejados en la presentación de un autorretrato en el Salon des Champs-Elysées de 1883. El certamen suponía una especie de trampolín profesional, una gran oportunidad para darse a conocer al gran público. Ésta será la primera vez de las muchas que Ramon Casas se presentó a exposiciones parisinas. Hay que destacar que en París la obra de Ramon Casas estuvo representada en los diferentes salones que se celebraron de forma activa y constante, como en el Salon de la Société des Artistes Indépendants y el Salon de la Société des Beaux-arts en el Champ de Mars que en 1890 con la obra Retrato de Elisa Casas consiguió la distinción de socio que le permitía obviar al jurado que determinaba la admisión de obras en las exposiciones anuales de esta sociedad. Entre las exposiciones podemos citar las de la Société Internationale de Peinture et Sculpture.

Plein air. Óleo sobre tela, c. 1890.
Plein air. Óleo sobre tela, c. 1890.

En los años siguientes hizo idas y venidas entre París y Barcelona, como en otoño de 1884 que se encontraba en París, volviendo a Barcelona acompañado de su amigo Maurice Lobre. Una segunda estancia importante en París fue la del invierno de 1890 y 1891, en la que Ramon Casas estuvo acompañado de sus amigos Santiago Rusiñol, Miquel Utrillo y Ramon Canudas. Con Rusiñol se apuntó como alumnos en la Académie de la Palette dirigida por Gervex y Humbert, con tal de continuar su formación. También se hicieron miembros de la Société des Artistes Indépendants, hecho que nos demuestra que estaban integrados dentro de los círculos artísticos del momento. Durante esta estancia los dos amigos, acompañados por Miquel Utrillo, vivieron en un apartamento del emblemático Moulin de la Galette, situado en la parte alta de Montmartre. Sus impresiones de la aventura parisina fueron relatadas por Rusiñol y dibujadas por Casas en formato de diferentes artículos aparecidos en La Vanguardia entre diciembre de 1890 y mayo de 1892, tal y como hacían con los relatos ilustrados de los viajes en carro por Cataluña. El éxito conseguido hizo que este periódico regalara en formato de libro editado y titulado Desde el Molino a sus subscriptores en 1894. “Artistas catalanes en París”, “Una excursión a Ruán” –visitaran esta ciudad francesa– o “El cementerio de Montmartre” son algunos de los artículos publicados. Diversidad de situaciones e impresiones son recogidas, como la que nos describe Rusiñol en “El Réveillon”, publicado en enero de 1891: “Tocóle el turno a Casas, quien, de pie sobre una mesa, sin lentes y con voz clara, recitó de un tirón un trabajo de mucho empeño, tratando extensamente del velocípedo aplicado al arte, mientras que Utrillo, valiéndose del trémolo, le acompañaba en el armonium”.

El barrio parisino de Montmartre era la cuna de la bohemia, del epicentro del arte y al mismo tiempo de la fiesta continua y del exceso en muchos sentidos, pero que al mismo tiempo generaba una mezcla de creatividad sublime para artistas y literatos. Un ejemplo lo encontramos a finales de enero de 1891, Casas y Rusiñol asistieron disfrazados de “chulas” al baile de máscaras en el Folies Bergère, Casas tocaba la guitarra, uno de sus mayores entretenimientos, y Rusiñol bailaba flamenco. Montmartre facilitó a Casas pintar fuera del taller y aplicar la técnica del plein air, tan ligada al arte francés, con tal de captar los efectos lumínicos. Escogió como temas pictóricos lo que le ofrecía la rica variedad de escenarios urbanos de Montmartre, como el Sacré Coeur –destacamos el óleo Le Sacré-Coeur, Montmartre (1891), rincones pintorescos e interiores de los cafés. En este caso Casas actuó como cronista de escenas y paisajes de la modernidad y la bohemia hecha ciudad. Una pintura que nos permite ejemplificar todos estos conceptos es Plein air (c. 1890-1891) en que el propio título ya es del todo clarificador, la mujer sentada en primer plano está envuelta del contexto del barrio bohemio.

Au Moulin de la Galette. Óleo sobre tela, 1892.
Au Moulin de la Galette. Óleo sobre tela, 1892.

El recinto ocioso del Moulin de la Galette estaba constituido por restaurante, bar, jardín con el molino de estructura de madera que le daba nombre, caballitos, columpios y viviendas. Una de las principales atracciones era subir a la parte superior del molino desde donde se podía contemplar unas fantásticas vistas. Las condiciones climatológicas del incomodo frío del invierno hicieron que Casas se recogiera en el complejo y desde allí realizara una serie de obras, como encontramos en el óleo Interior del Moulin de la Galette (c. 1890-1891). El lugar de residencia era idóneo, integrado dentro del mejor ambiente bohemio. La misma sala de baile del Moulin de la Galette se convertía en un excelente escenario pictórico que pintores y dibujantes destacados captaron como Renoir o Toulouse Lautrec. En este espacio lúdico Casas representó Bal du Moulin de la Galette (c.1890-1891) en el que realiza una vista panorámica.

Fàtima López

 


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